sábado, 30 de junio de 2012

Alicia en el país...


“Cristo ordenó: "Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada" ( Jn 6.12);

Alicia era catequista y me odiaba. Yo odiaba ir a catecismo. Todos los sábados por la mañana intentaba fingir alguna dolencia, que me impedía caminar esas dos malditas cuadras que separaban mi casa de la palabra benévola de nuestro señor Jesucristo. Mi madre nunca me creyó.
 No era, mi posición, una negación absoluta ante el sentimiento religioso,  yo le pedía a Dios muchas cosas que no se cumplían pero en fin mucha gente lo hace, tampoco era crítico de la iglesia como institución o cosas por el estilo que de grande fueron utilizables para bueno, perdón la expresión; cagarme Dios, la curía, el vaticano y la puta que vale la pena estar vivo.
 La respuesta a mi obstinada negación en ese momento,  no era muy compleja, ya que simplemente me gustaban los dinosaurios.  Todas las semanas me compraban la revista  Conozca más o Muy interesante  y leía ese material que me proveía de mi especialidad en el mundo paleontológico: La extinción de estos seres y las diversas teorías que intentaban responder el interrogante. Por supuesto que esa era mi excusa  para no leer las parábolas que Alicia ponía como tarea.
Hoy a lo lejos  tengo cierta admiración por Alicia. Porque ella estaba convencida,
 creía en lo que decía, muchas veces en medio del relato que compartía con esas mentes prontas a conocer el cuerpo de cristo, lloraba, se emocionaba… era un gran espectáculo. Vivía en  un mundo de certezas.
Aquella mañana, Alicia dijo que no era una mañana más, que pronto íbamos a tomar la comunión, que la historia que nos iba a contar hoy era imprescindible para nuestras vidas, relataría la multiplicación de los panes y los peces.
Yo en el fondo intenté abstraerme a la revista que había llevado, una  Conozca Más que preguntaba en su título: ¿Qué fue de ellos? y una manada de diplodocus caminado a lo lejos, sobre el paisaje. Pero Alicia me descubrió. Me quitó bruscamente la revista.  Me dijo que cómo podía ser, que no le parecía bien que estuviera perdiendo el tiempo en clase.Me preguntó, qué tema se estaba tratando en la clase, arriesgué:-“La multiplicación de los panes y los peces” porque estaba escrito en el pizarrón. Si, pero qué parte, la de los peces aventuré otra vez. Todos se rieron. Alicia se enojó conmigo y anotó algo en su cuaderno. Probablemente esas notas se las mandaban a Dios para que las tenga en cuenta en el juicio Final. No voy a ir al cielo desde entonces.
 Un buen rato paso hablando de la importancia de prestar atención, de lo significativo que era para cada uno de nosotros comprender la palabra de Dios. Finalmente me preguntó si tenía alguna pregunta, y yo tomé aire, coraje e intenté pensar cada palabra. Hubo silencio en el aula.  
 Dije: -¿A los dinosaurios los creo Dios?, me miró con pena, y afirmo con la cabeza. Fui un poco más allá y le dije: - Entonces el Bing-Bang… me cortó la pregunta y afirmó que no tenía derecho a distraer a toda la clase. Entonces Alicia siguió leyendo; “Cristo ordenó: "Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada" (Jn 6.12); y se juntaron doce canastas de sobras…


Y yo afortunadamente, sigo pensando en dinosaurios. Alicia sigue en su país.  

1 comentario:

  1. Lindo relato, aunque me recuerda mi propio paso por la horrible catequesis. Y he comprobado que no recuerdo a ninguna de las Alicias que me tocaron en suerte. Un abrazo.

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