Está pero no está. Y
de un momento a otro aparece como un rayo.
Luego retorna la
calma. Se olvidan de él.
Nos preguntamos, todos, expectantes, necesitados y
hambrientos: ¿Dónde está?
Se siente la corriente eléctrica, en ese instante perpetuo y
efímero en el que toma la pelota, el
nuevo genio del fútbol mundial. Ahí colérico
Zeus posa sus ojos en él. Porque bien
sabemos que a los dioses, si hay algo que los enoja, son los mortales
imprevisibles y desobedientes.
Es tal vez por eso
que se han dedicado a obstruir su genio innato. Primero con las hormonas de crecimiento y luego
en situaciones cotidianas. Como aquella vez en que se quedo encerrado en el
baño de su casa en Rosario, tendría tal vez 5 o 6 años y alterado trataba de abrir la
puerta porque llegaba tarde al partido, a su primera final. Si ganaban les
regalaban una bicicleta.
Su equipo perdía 1-0, sus compañeros se preguntaban como
todos ¿Dónde está?
Desesperado, rebelde, el niño insolente rompió el vidrio de la puerta se subió
a una silla y logró salir. Corrió una, dos, tres cuadras y llegó al partido, a
la final por la bici.
Simplemente, sintéticamente diré que hizo tres goles y ganaron
tres a uno.
A veces el Olimpo se resigna y nos permite disfrutar de un
genio, de un fenómeno de un Rayo silencioso,
agazapado y terrible. Un juguete rabioso
que aparece cuando se olvidan de él.
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