lunes, 1 de noviembre de 2010

Feliz cumple DIEGO!. Te regalo un cuento: Ella y EL

La noche caía en el barrio de los que no tienen voz.
Era un partido difícil para Estrella Roja. Siempre en la oscuridad ansiaban la victoria.
En el momento definitivo, crucial, ella cayó en los pies de él. Tenía el pelo enrulado y en sus ojos la chispa de sentirse ganador.
¡Un golazo!, ¡fue un golazo!, le dijo Goyo mientras trotaban al medio de la cancha con el partido ganado. Ya era tarde, y mañana había que ir a la escuela. Él la tomo en sus brazos, intentó limpiarla un poco para que no lo reten en casa, la acarició, la besó, la miró y la puso bajo su brazo. Fue en ese momento en que ella sintió su amor eterno. Tanto había buscado por los rincones del planeta y finalmente había encontrado eso que algunos dicen que mueve al mundo, había encontrado el amor. Y era él, en ese pobrerío. Tenía que ser en él. Ella quiso darle algo, sentía obligación de darle un don, porque la delicadeza de su trato, ese sentimiento, merecía por lo menos una retribución. Naturalmente no se lo pudo decir. El no lo supo en ese momento, pero ella le regaló un segundo más. Si, un segundo más. Le ofreció esa fracción de tiempo negado para el resto de los humanos mortales y futbolistas. Él comenzó a sospechar de ese poder. Habrá sido cuando dejó en el camino a cuatro rivales como si fueran maniquíes. Cuando veía un pase en donde nadie. Era un segundo más rápido, todos ellos corrían siempre desde atrás.
De repente, muy rápido el era parte del Olimpo, y las luces de todo eso no lo dejaron ver con claridad. Creyó que esa extraordinaria capacidad la tenía en todos los espacios de su vida. Pero no era así, sólo la tenía en la cancha y por eso cometió errores, se lastimó y sufrió. Por precipitarse, por ingenuo, por ser humano, en el tiempo que le corresponde, sin ninguna alteración, y con pocas respuestas. Pero al fin y al cabo nadie las tiene.
Lo vieron llorar por eso, y como en todo amor pasa alguna vez, intentó odiarla. Pero no podía, ella lo había hecho tan feliz. Como ayer la acarició, la besó, recordó tantas cosas hermosas que habían hecho juntos. Nuevamente fueron uno, ella y él.

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