miércoles, 27 de octubre de 2010

Ese hombre

Nunca había llorado a un líder político. Hoy si.

Porque era un líder y por sobre todo era político.

Sin miedo.

Con él volvió la política por sobre los otros. Descolocó a la elite periodística que no sabía y no quería entender que no todos eran feos, sucios y malos. Lo odiaron y hoy aún más.

Y lloré porque soy un negro de mierda, un desposeído y lo siento tanto, tanto, porque representó ideas y convicciones, porque me vi ahí, fui defendido. Porque por sobre todas las cosas sentí que la posibilidad de cambios eran reales.
La muerte mejora, enaltece, exime de los defectos. Sobre todos para quienes lo odiaron porque los evidenció y puso en el tapete todas sus miserias. Esos que hoy dirán lo bueno que fue, lo grande que fue y con la cola entre las patas como siempre, como nunca, pondrán al descubierto lo más asqueroso de su hipocresía.

La única verdad no es la realidad, él lo demostró.
No dejó sus sueños en la puerta de la casa de gobierno y los hombres viven también a través de ellos.

Decía el poeta Almafuerte que a veces viene un dolor y nos despierta...

Pero la pucha… qué tristeza.



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