El abuelo satisfecho le daba un chorrito de vino a la salsa, el toque final. Estaba vestido con su delantal agujerado.
Con cuidado apoya sobre la mesa su creación humeante y lista para comer. Todos los comensales hablando y el mocho pide atención, aplaude una vez y dice: ¡Bueno a comer!, ¡Y sírvanse que acá no hay ningún manco!
En el silencio total, sólo se escuchó el ruido de algunos cubiertos o vasos chocando, desde la otra punta de la mesa, Panchito miraba fijamente la nada, con odio, el manco Francisco Della Vecchia, odio, hacía el mocho, que ajeno y feliz se sacaba una mancha de tuco del delantal rotoso.
En el silencio total, sólo se escuchó el ruido de algunos cubiertos o vasos chocando, desde la otra punta de la mesa, Panchito miraba fijamente la nada, con odio, el manco Francisco Della Vecchia, odio, hacía el mocho, que ajeno y feliz se sacaba una mancha de tuco del delantal rotoso.
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