No le gustan los piquetes. Los piqueteros. Los que agitan los piquetes. No le gustan los cartoneros ni los villeros. Ni los manifestantes, los desocupados y los militantes en las calles. Según el relato de los medios y lo que dicen los sondeos de opinión, y según el comentario promedio, a una parte de la sociedad no le gustan. Tampoco le gustan los gremialistas ni los agremiados; ni los travestis ni las putas; no le gustan los paseadores de perros, ni los perros porque cagan; ni los vendedores ambulantes al paso ni los jóvenes que toman cerveza en las esquinas.

Y no le gustan los rockeros tatuados ni las chicas que frecuentan las madrugadas ni los vagos que deambulan por las estaciones. No le gustan los hinchas fanáticos de fútbol y los que pintan grafitti y los que viajan colgados de los trenes y los que viven y duermen en los umbrales. No le gustan. Y si. No le gustan los okupas, los mendigos, los bailanteros, los raperos, y los inmigrantes pobres.

Las embarazadas adolescentes, las que se cargan de hijos y las que aprueban el aborto; y los que aprueban la marihuana. No le gustan los perdedores que protestan, los que invaden las calles, los que tocan el bombo. Los gronchos y los grasas, los morochos y remorochos; los sospechosos y los indocumentados. Y los que usan pasamontaña y los que tienen aspecto desarrapado. Y los estudiantes que hacen sentadas y los estudiantes que en vez de estudiar hacen asambleas. Y los docentes cuando hacen paro. A la sociedad no le gustan los empleados públicos y los que viven a costa del Estado. A los medios tampoco. No le gustan y no le gustan. Por suerte hay muchos a quienes no les gustan los que tienen el gusto tan delicado. Porque el gusto es la excusa del no pensamiento.

Carta abierta leída por Orlando Barone el 29 de Septiembre de 2009 en Radio del Plata.
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