sábado, 17 de octubre de 2009

El juego de la vida

Juego bien al fútbol, pero tengo un defecto que es un pecado capital para un equipo: Soy un morfón, doy la pelota cuando ya no me queda otra alternativa. Proveo malos pases y a desgano porque quiere decir que no pude concluir mi jugada.
Escribo mal. Cada corrección me lo confirma. Yo lo siento. Cada hoja en blanco es una verdadera tortura sin imágenes, principios o finales.
Entonces opto por escupir frases inconexas, que intento unir con más voluntad que verdadera inspiración.
Milité en el partido obrero pero me fui cansado de escuchar el manifiesto comunista. Creo que nunca lo entendí del todo.
Intenté tener fe. Pero desafortunadamente esa religión era muy simple, tenía que tener fe en mi mismo. Son muchos años de no creer en mí, es difícil tirar todo por la borda.
No soy lindo. Soy negativo. Soy colgado y me enoja que me lo digan.
Me disgusta que crean que busco misericordia. Simplemente soy así.
Odio profundamente a quien acepta ésta vida miserable, rutinaria y gris. Esos que aceptan y asienten cada segundo con resignación y una falsa sonrisa.
Pero por suerte intento cambiarlo cada día. Tener fe en mi mismo. Escribir mejor. Odiar menos. Aceptar que me critiquen. Leer a Marx en soledad.
Sé que todavía tengo alguna chance de cambiar. Confiar de una buena vez en lo que me dijo mi Maestro.
Igualmente quiero aclararles a Chila, Titi, Santi, Pablo, Negro, Martín, Pollo, Alfa, Diego y a cualquier ser humano que comparta una cancha conmigo que nunca, jamás, ni remotamente podré darle un pase limpio, un pase-gol. Eso si que no lo puedo transfomar.